La margarita

Imaginate nacer en un jardín con las flores más bellas y exuberantes, e imaginate ser una simple margarita ¿como te sentirías?

Yo me sentía pequeña e insginificante, viendo como a las demas flores las admiraban, algunas veces las cortaban pero eso no era malo porque iban a formar parte de ramos de novias, a decorar mesas para un convite, o a decorar altares de las iglesias, pero yo solo servia para ser pisada.

Tenía tanta envidia de las demás flores que ni siquiera me esforzaba por ser una buena margarita, mi compañera, margarita como yo, me decía:

-Tienes que animarte, todas tenemos un propósito y tenemos que cumplirlo lo mejor posible, no tenemos que ser rosas ni claveles, tenemos que ser Margaritas.

-Ya, pero es que yo quiero ser una bella flor y formar parte del ramo de una novia o mejor aún acompañar a la virgen en la procesion, ¿eso es malo?.

-No, lo malo es que como sigas con tanta envidia te vas a empochar y tu vida no va a ser para nada feliz.

Todo cambió un día cuando una niña pequeña que jugaba con por el Jardín se fijo en mi y en mi compañera, nos miró y dijo:

-¡Qué margaritas! ¡Qué bien vais a venir! -Y luego me miro a mi y me dijo:- Tú estás algo más pequeñita, pero yo os voy a cuidar.

E hizo algo sorprendente: trajo un tiestito, le puso tierra y nos trasplantó. Nos llevo a los pies de la Virgen, en un altarcito que ella misma hace y cuida. Todos los días rezamos con ella. Ahora somos las flores más felices del mundo, sin haber hecho nada para merecerlo.

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